REGRESIÓN A UNA VIDA PASADA EN YUCATÁN, AL TERMINAR LA CONQUISTA DE MÉXICO Parte 2

© condiciones al final

REGRESIÓN ESPONTÁNEA A UNA VIDA EN YUCATÁN

Parte 2

Dzibilchaltun Yucatan Mexico zonabien com

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Para conocer a los personajes, la época y el lugar, VER PRIMERA PARTE EN:

https://aquevineadondevoy.wordpress.com/2012/09/05/regresion-a-una-vida-pasada-en-yucatan-al-terminar-la-conquista-de-mexico/

Ésta fue una Regresión a Vida Pasada espontánea y sirvió para aclarar algunos detalles que en la regresión anterior a esa encarnación no vi.

Si quieres saber qué son las Regresiones a Vidas Pasadas Espontáneas, puedes consultar:

https://aquevineadondevoy.wordpress.com/2012/11/14/mis-regresiones-a-vidas-pasadas/

 

Esta regresión sucedió un día en que tenía una infección en un ojo y debía descansar la vista y no seguir escribiendo en la computadora, mi “solución” fue ir a ver la TV, pero resulta que  tampoco la puede ver por un problema técnico, así que cerré los ojos, me relajé para entrar a nivel alfa (cosa que nunca hago durante el día) y al poco tiempo empecé a visualizar las imágenes que leerás a continuación (vuelvo a recomendarte que primero leas la primera parte):

 

CÓMO EMPEZÓ LA RELACIÓN DE JUAN CÉSAR MONTEJO Y MARÍA KNÚ EN YUCATÁN, DESPUÉS DE LA CONQUISTA DE MÉXICO.

Época: Siglo XVI

Lugar: cerca de Mérida, Yucatán, que hacía poco había fundado “Francisco de Montejo, el mozo”

Juan César Montejo: sobrino del conquistador de Yucatán, ahora México, entonces Nueva España

María (con apellido maya): Joven indígena maya de la que se enamora Juan César Montejo (ella fue una encarnación mía).

Vi a Juan César Montejo entrar a la choza de la familia de María y pedirles a todos, menos a ella, que se salieran, como él era español y uno de los conquistadores, los mayas no tenían otra opción que obedecer.

Juan César se quitó el casco y la espada y se acercó a María, ella caminó hacia atrás asustada, él se acercó más y ella le puso la mano en el pecho, rechazándolo, entonces él, no queriendo asustarla más, caminó hacia el otro lado del fogón, que estaba a la mitad de la choza y se sentó en una especie de banquito o taburete, señalándole otro a María para que se sentara.

Como le hablaba en español y sabía que ella no entendía, también hacía señas para darse a entender.  María, todavía con miedo se acercó y se sentó.  Entonces Juan César le señaló la olla de frijoles con granos de maíz que estaba en el fogón e hizo la seña de comer.

Ella tomó una cazuelita de barro y sirvió los frijoles y le ofreció una tortilla, pero ya estaba fría, entonces se movió un poco a su izquierda para tomar del metate un puño de masa cruda de maíz, avivó el fuego bajo el comal y se puso a echar tortillas (así se dice al acto de hacer tortillas, tomando un poco de masa cruda de maíz y formando una pequeña bola,  palmotear con las manos hasta hacer un círculo y echarlas al comal para que se cuezan), cuando estuvieron cocidas tomó una y se la ofreció a Juan César, que no sabía cómo agarrarla para comerla; María se rió y le enseñó cómo enrollarla para hacerla un taco, pero antes tomó unos granos de sal de mar y los espolvoreó en la tortilla (al verlo en mi regresión se me hizo agua la boca y ahorita también), él tomó la tortilla hecha taco y sopeó en los frijoles, como María le indicó con señas, riéndose de él, porque no sabía cómo comer con la tortilla.

Una vez roto el hielo con la comida y la risa, él le indicó que ella también comiera y así lo hizo.  Juan César le dijo muchos piropos que ella, aunque no entendía las palabras, interpretó correctamente y bajaba los ojos con modestia, pero con una sonrisa.

Cuando terminaron de comer, él sacó una pequeña bolsa de tela y de ahí extrajo unos higos cristalizados y se los ofreció a María, que no los conocía y lo miró como preguntándole qué era eso, entonces él tomó uno y lo mordió haciendo muecas indicando que estaba muy sabroso, eso la animó a hacer lo mismo y saboreó el dulce sabor del higo, regalándole una sonrisa a su pretendiente.

Juan se levantó y caballerosamente ayudó a la muchacha a levantarse, aunque no lo necesitaba, lo que la hizo reír.  Él tomó su casco y su espada, se los colocó y le extendió la mano, ella no sabía qué le quería decir, pero finalmente también le dio la mano y él se la beso, nuevas risas de ella.

Cuando Juan César salió de la choza, toda la familia de María estaba expectante, él les hizo una reverencia y montó en su caballo, alejándose a galope.

Siguió visitándola portándose tan caballerosamente como aquel primer día, no sin antes advertir a todos sus compañeros españoles que ni se le acercaran a esa muchacha, porque era de su exclusividad, salvando a María de muchas violaciones, a las que estaban expuestas todas las mujeres indígenas de América a partir de la conquista española.

Finalmente, empezaron las caricias, abrazos y besos, pero antes de hacer algo más, como ya le habían ordenado regresar a Mérida, dijo a los padres de María que quería casamiento según las costumbres mayas. Los padres no estaban muy dispuestos, pues los conquistadores y los frailes habían prohibido cualquier clase de ceremonia maya, pero Juan (que ya les había enseñado algo de español y había aprendido un poco de maya) los tranquilizó.  Aceptaron con la condición de que el sacerdote estaría tras una cortina para oficiar el matrimonio, para evitar cualquier  represalia  por parte de los otros españoles, pues podrían condenarlo por hacer una ceremonia religiosa no católica.

Juan aceptó, la ceremonia se llevó a cabo en la casa de los padres de María y después hubo una frugal comida, no como se usaba antes de la conquista, pero sí hubo jícaras de pozol con espuma de cacao. Después ella dio de comer y de beber a su esposo en presencia de todos los concurrentes y ya estuvieron casados por las leyes mayas.

Antes se acostumbraba que el esposo viviera en casa de sus suegros por varios años, pero ahora todo había cambiado.  Juan César mandó construir en las afueras de Mérida, una pequeña casa de cantera para María, con piso de piedra (que a ella no le gustaba, por su dureza) y también ordenó que le pusieran todo lo que los mayas tenían en sus casas, aunque el fogón no estaba en el centro, sino construido pegado a la pared de la cocina, como lo usaban los españoles y la cocina, el comedor (con mesa y sillas) y la recámara (con cama) estaban separados por paredes.  María se acostumbró muy pronto a su nueva casa y cuando Juan la iba a ver se ponía muy feliz.  Ahí nacieron sus dos hijos.

María sabía que él estaba casado por las leyes españolas y la religión católica, pero si comparaba su situación con las otras mujeres mayas , después de la conquista, ella estaba muy bien y lo agradecía amando mucho a su esposo español.

Juan César murió en una de las rebeliones de los mayas y María fue llevada como sirvienta a una casa de españoles ricos, como sabía hablar español muy bien, la pusieron de nana de los niños y en esa casa murió años después.

NOTAS ACLARATORIAS

Cuando tengo Regresiones a Vidas Pasadas guiada por un operador(a), me hace preguntas y yo veo imágenes con la respuesta y/o simplemente la digo; en el caso de las regresiones espontáneas, si no tengo operador que me haga preguntas, a veces me las hago yo misma, con mi mente consciente que siempre está presente, aunque “minimizada” para no interferir, otras veces, simplemente dejo que la historia siga su curso, veo las imágenes a veces, como en este caso, como en película muda, pero “sabiendo” las causas y los pormenores; en otras ocasiones veo algunas cosas con símbolos, que luego tengo que interpretar, pero en esta regresión no hubo simbolismos, simplemente las imágenes y yo supe la historia que había detrás de ellas.

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Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.

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