MENSAJE RECIBIDO EN ALFA ESPONTÁNEAMENTE EN OCTUBRE DE 1994.
Me estaba arreglando para ir a consultar al contador sobre una multa de la SHCP, cuando me llegaron ideas acerca de las E (+) y las E (-), porque pensé que cada vez que tengo un proyecto importante que demanda todo mi tiempo, entre otras cosas, me traen un requerimiento de Hacienda, como si algo o alguien quisiera que no me dedicara al proyecto en cuestión. Ahora, para el proyecto actual tengo que leer por lo menos dos libros, y capturar todo el material de lo que he visto en α (alfa) y tengo que perder el tiempo para ir con el contador y después voy a tener que ir a Hacienda.
Lo que me llegó como pensamientos propios, pero también como dictados con mucha seguridad, fue parte de lo que sigue (los datos objetivos los añadí, para una mejor explicación).
Antes de que se inventaran los microscopios y los telescopios, tanto las bacterias, virus, y microbios, glóbulos rojos y blancos, células T, NK, etc., como las galaxias más lejanas, existían y estaban ahí, pero nosotros lo ignorábamos ya que, puesto que no los veíamos, los desconocíamos.
Si en el siglo 10 AJC se hubiera hablado de ellos (sobre todos de los microscópicos), a quien los mencionara se le hubiera tomado por loco, pero esos seres existían y coexistían con nosotros, afectaban nuestra salud y nuestra vida, pero como no los veíamos, no sabíamos que existían; sin embargo, se percibían sus efectos, aunque las causas se adjudicaran a otras entidades; por ej., se creía que en algunas plantas moraban espíritus malignos que enfermaban a quien las comiera o las cortara (ahora «sabemos» que hay plantas venenosas; que sus elementos químicos son la causa de la enfermedad o la muerte de quien las ingiere, y no el «espíritu maligno» que habita en la planta (aunque se trata de energías).
En épocas prehistóricas casi todas las culturas aceptaban el animismo como especie de religión, consistiendo aquél en que se creía que todas las cosas tenían un ser espiritual situado fuera o dentro de los objetos, las cosas y las personas. Estas «creencias» venían desde los más primitivos grupos humanos, llegando hasta los alquimistas, pasando por los antiguos romanos, quienes creían que árboles, piedras y objetos tenían espíritu (de hecho, se referían a la energía).
Dichas creencias (conocimientos) fueron evolucionando junto con la cultura, hasta llegar al espiritismo, en el que el ánima o espíritu puede abandonar su receptáculo material; el alma es huésped dentro de una caja que no puede abandonar (el huésped no es la casa, sino que la casa pertenece al huésped).
Posteriormente se acepta que el huésped (alma) puede entrar y salir de la casa (cuerpo), que debe permanecer íntegro para que aquélla lo habite.
Después se desarrolla el espiritismo propiamente dicho (como lo conocemos ahora) y en éste, los espíritus ya no sólo viven en las fuentes o ríos o en los árboles, sino que pululan entre el cielo y la tierra, aunque su presencia es invisible.
El positivismo (fundado por Augusto Comte) influyó casi todas las filosofías de la segunda mitad del siglo XIX y a partir de entonces, los científicos piensan que sólo el conocimiento de los hechos es fecundo; que el único tipo de certeza es el aportado por las ciencias experimentales y no admiten otra realidad que no sean los hechos y sólo investigan las relaciones entre los hechos, sin aceptar la existencia de nada que no sea probado bajo condiciones de laboratorio
En los albores de la ciencia, ésta poco a poco va haciendo a un lado a las diversas religiones y paulatinamente las personas con alguna educación académica dejan de creer en seres espirituales; muchos dejan de aceptar que ellos mismos poseen un alma que sobrevivirá cuando ellos mueran.
Conforme los conocimientos científicos van avanzando, empieza a haber una vuelta en «U», de regreso hacia las «falsas creencias» de los grupos primitivos y de algunas religiones, puesto que se descubren Energías que antes se desconocían. La cámara Kirlian confirma la existencia del aura. Se descubre que la materia es Energía, que ésta nunca se elimina, sino que sólo se transforma. Poco a poco se van haciendo descubrimientos que indican que nuestros primitivos antepasados no estaban equivocados al concederle un espíritu (energía) a todas las cosas.
Pero todavía tenemos mucho que aprender, aún necesitamos algo equivalente a los telescopios o microscopios más potentes, para descubrir cosas que nuestros ojos no pueden ver, ni siquiera a través de los más potentes y sofisticados aparatos; sólo que esos microscopios y telescopios no serán de metal y cristal; no serán materiales, sino que son algo que forma parte de nuestra mente, de nuestro acervo interior, pero que aún no hemos descubierto; están precisamente en nuestro Yo interno y superior y sólo a través de él iremos descubriendo infinidad de cosas que ahora ignoramos, porque no las podemos ver, oír, medir, pesar, examinar en condiciones de laboratorio, etc.
Una de estas cosas que empezamos a descubrir, es que estamos rodeados de Energía. Lo que los científicos tal vez aún no capten, es que estas Energías son positivas y negativas; que actuamos según nuestra voluntad acepte a unas u otras. Que tenemos libre albedrío para elegir entre actuar hacia donde nos llevan las Energías positivas, o hacia donde nos conducen las Energía negativas.
Aunque hay quienes opinan que la Energía es neutra, que depende de cómo se use, ésta es positiva o negativa, creo que estamos ante una cuestión semejante a ¿qué fue primero, la gallina o el huevo? ¿nosotros usamos la Energía bien o mal? O ¿nos inclinamos hacia lo negativo o positivo según aceptemos las energías?
Estamos iniciando la Era de Acuario, Era de Luz y Conocimiento y ahora los conocimientos ancestrales a los que sólo podían acceder unos cuantos privilegiados, estarán al alcance de todo el que así lo desee.
Dentro de poco tiempo los científicos aceptarán lo que los transmisores del conocimiento esotérico siempre han sabido.
Uno de esos conocimientos es que algunas de las Energías que nos mueven, son los virus, bacterias y microbios (Energías negativas) y las células que conforman nuestro sistema inmunológico (Energías positivas). Cada segundo de nuestra vida hay una guerra entre estas dos Energías dentro de nuestro cuerpo y sólo nos enteramos cuando ganan «los malos», porque es cuando nos enfermamos.
Antiguamente se hablaba de Energías (mal de ojo, brujería, etc.), porque no podían ver la materialización de las mismas, puesto que eran microscópicas y antes del microscopio «no existían».
Estos seres microscópicos son la materialización de las Energías más densas, tanto positivas, como negativas.
Existen Energías más sutiles que no están materializadas y, por lo tanto, son invisibles para nuestros ojos, pero también afectan nuestra vida diaria, ya que nuestro futuro depende de las decisiones buenas o malas que tomemos en el presente o hayamos tomado en el pasado.
Esas Energías también están en continua guerra en nuestro exterior e interior, sin que estemos conscientes, porque no las vemos, aunque muchas veces Sí las percibimos.
Las caricaturas (caracterización graciosa de la vida) reflejan la realidad cuando un personaje tiene que tomar una decisión y a cada lado de su cabeza surge un pequeño ser idéntico a él; de un lado está el «angelito», que le aconseja obrar bien; del otro, se coloca el «diablito», que le aconseja obrar mal. El personaje se encuentra jalado de un lado a otro, hasta que toma la decisión. En nuestra realidad, eso es exactamente lo que ocurre con esas Energías no materializadas, que nos «aconsejan» obrar bien u obrar mal y nosotros no podemos decidirnos, pues un momento pensamos una cosa y al siguiente pensamos lo contrario.
Hay ocasiones en que nos decidimos a resolver un problema o a alcanzar una meta determinada y nos dedicamos a fondo a conseguirlo, pero… muchas veces no lo logramos porque, algo se nos olvida, algo se nos atraviesa, ocurre algún accidente, decidimos irnos al cine o de vacaciones, etc. Eso es lo que algunos sicólogos llaman resistencia y se debe a que las Energías negativas interfieren con nuestras decisiones tomadas al amparo de las positivas. Para vencerlas tenemos que estar en armonía con el Todo, el Absoluto, en armonía con lo positivo del universo, en armonía con nosotros mismos y con los demás; tenemos que tener una actitud positiva e identificarnos sólo con pensamientos y acciones positivas, ya que esa es la mejor manera de atraer lo positivo y contrarrestar lo negativo: si lo positivo es más que lo negativo, podrá vencerlo y nosotros ganaremos la batalla.
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