En la eternidad sólo era la luz, existían el SER SUPREMO o ABSOLUTO y sus ángeles, arcángeles y demás seres luminosos.
Había un favorito: Luzbel, que era el más bello y brillante de todos; tan hermoso y luminoso era, que llegó a quererse comparar con su creador y, como le fue imposible igualarlo, se rebeló ante el hecho de ser siempre el segundo y, queriendo ser el «único», se separó de su creador, de la Luz; muchos ángeles de diferentes jerarquías lo siguieron: era el más carismático y los convenció; muchos más ni lo pensaron, se quedaron con el SER SUPREMO, pero hubo un gran número de ángeles menores que se quedaron en la indecisión: no sabían si ir tras Luzbel (en la ausencia de Luz), porque les ofrecía reconocerles una mayor jerarquía, o quedarse con el SER SUPREMO (la Luz) que los había creado.
Debido a su indecisión, el SER SUPREMO los llamó ante su presencia y, para ayudarlos a decidirse, hizo varias cosas.
Primero, su esencia etérea la encerró en otra mucho más densa, de manera que su energía (alma) estuviera contenida en una materia; esa materia sería finita, degradable y cíclica, para que los espíritus pudieran tener nuevos inicios y nuevas pruebas, hasta aprobar o reprobar los exámenes y pasarse ya sea hacia un lado o hacia el otro.
Segundo, a cada alma la dividió en dos mitades opuestas y complementarias (mujer y hombre, cada uno reflejo de su otra mitad, pero complementarios) y al estar materializados o encarnados, una de sus tareas consistiría en buscar su otra mitad (su alma gemela) y encontrarse varias veces con ella, hasta que ambos tuvieran exactamente el mismo desarrollo y pudieran decidirse: hacia la luz o hacia la oscuridad. Otra de sus labores consistiría en la necesidad de unir ambas mitades (aunque no fueran la mitad correspondiente) para reproducir la materia y darle oportunidad a otros espíritus a probarse, aprender y avanzar, en un nuevo cuerpo (nombre de su materia) cada vez.
Tercero, les concedió la capacidad (y necesidad) de tomar decisiones (libre albedrío), para elegir entre la luz y la oscuridad.
Cuarto, los envió a infinidad de mundos esparcidos en todo el universo, donde, con su energía más densa, tendrían que pasar por dificultades, superándolas y decidiéndose cada vez por la luz o su contrario, porque les permitió a los seres «oscuros», los seguidores de Luzbel (el Adversario o Satán), tener acceso a esos espíritus (los ángeles indecisos) para tratar de llevarlos a sus filas; pero también comisionó legiones de sus ángeles luminosos para atraerlos a su origen; de manera que el costo de su indecisión fue aprender a decidirse: la Luz o la ausencia de luz.
En estos mundos materiales y densos, cada alma pasaría por niveles de aprendizaje, cada vez con mayor grado de dificultad; si no avanzaban hacia la luz, retrocedían hacia la oscuridad; pero siempre teniendo nuevas oportunidades de aprender y elevarse o descender.
La DIVINA PRESENCIA, EL ABSOLUTO, les otorgó infinidad de ocasiones para corregir errores y malas decisiones, muchas oportunidades de aprender a sentir Amor y a pedir y otorgar Perdón.
También concedió a los espíritus una Ley de Causa y Efecto, en la que a toda reacción corresponde una reacción de la misma intensidad, pero en sentido contrario (aquí el sentido contrario significa: si das, recibes. La reacción de la misma intensidad se traduce en: si haces mucho bien, recibirás la misma cantidad; si lo que haces es mal, también) es decir: la Ley del Karma.
De la misma manera, los mundos (escuelas) en los que se aposentaron estos espíritus (ahora cuerpos) tenían la oportunidad de elevarse o descender, según la masa crítica de los espíritus que albergaran, si la mayoría ascendía, su planeta también, si la mayoría de sus habitantes merecía irse a un lugar más denso, lo mismo ocurriría a su mundo.
Y en ese proceso nos encontramos ahora en este planeta/escuela, estamos aprendiendo, generando karmas y dharmas, pagándolos y evolucionando.
De nosotros depende ir hacia la luz o hacia la oscuridad, tenemos que elegir nuestro camino en cada encarnación, con diferentes retos cada vez o bien con el mismo obstáculo si no lo hemos podido superar, por eso a veces en una misma vida repetimos y repetimos un mismo error, hasta que aprendemos y si no, en otra vida posterior nos volveremos a encontrar con la misma piedra, hasta que aprendamos cómo sortearla y no nos tropecemos y caigamos.
Cuando estemos listos, hayamos aprendido nuestras lecciones y evolucionado, nos encontraremos con nuestra mitad perfecta, si ésta también lo está; si no, nos corresponde esperarla, ya sea reencarnando para ayudarla a evolucionar o aguardándola en la zona Intervidas. Lo mismo haría ella si nosotros vamos más lento en nuestro aprendizaje, nos esperará y cuando tengamos la misma alta vibración, pasaremos juntas al siguiente nivel hacia arriba. Si lo que elegimos es la oscuridad en todas nuestras vidas, hacia allá iremos, pero siempre nos darán oportunidad de elegir la Luz.
Así que decídete, elige siempre la Luz, avanza, evoluciona, ama, perdona.