
“LA PRINCESA SERANDRA Y EL PRÍNCIPE VERDE”
(Todo parecido con la coincidencia es mera realidad)
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Hace mucho tiempo, en un país muy, muy lejano, llamado Ciu, habitaba la princesa Serandra. Ella vivía sola en una torre de mármol, un piso arriba del sótano y se pasaba las horas escribiéndole a su amado Príncipe Verde y recibiendo cartas de él, que le enviaba con una paloma mensajera, pero como Serandra vivía en el país de Ciu y Príncipe Verde en el país de Cali, la paloma no podía volar una distancia tan grande y además, los dos países eran enemigos, entonces Príncipe Verde había ideado, para su protección, que la paloma, llamada Messe, se montara en Fabo, una hermosa águila blanca, y fuera en su lomo casi todo el camino, hasta llegar cerca de la torre de mármol donde vivía la princesa Serandra, ahí aterrizaba y la paloma emprendía el vuelo hasta la ventana de la celda de Serandra.

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Y digo celda, porque la princesa no salía de sus habitaciones, no le gustaba salir, antes tenía el pretexto de que vivía hasta arriba de una torre muy alta, pero después de un sismo (en su país siempre había sismos) muy fuerte, en el que su torre se movía como péndulo, ella se asustó mucho, entonces se fue a una torre de mármol cercana, pero se quedó en las habitaciones justo encime del sótano, ahí hacía mucho frío y era muy húmedo, pero se sentía más segura.
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Regresando a la historia, la paloma Messe todos los días traía y llevaba los mensajes de los enamorados, hasta que un trágico día Príncipe Verde tuvo un accidente y murió, lo enterraron cerca de su castillo y su caballo, Bucéfalo2 (llamado así en honor al caballo de Alejandro Magno), se quedó junto a la tumba del Príncipe Verde hasta que murió de hambre y de sed.
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Desde ese trágico día en que su amado se fue al otro mundo, la princesa Serandra se encerró a piedra y lodo, si antes salía poco, ahora no lo hacía para nada, sólo le abría al edecán que le llevaba la comida y a quien hacía la limpieza.
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Ella seguía escribiendo misivas de amor a Príncipe Verde y la paloma fielmente se los llevaba, pero cada vez que Serandra le ponía el mensaje a Messe en la patita, la palomita movía tristemente su cabecita, lo mismo pasaba con Fabo, el águila, cuando llegaba la paloma, mensaje en pata para ir a llevarlo al príncipe fallecido.
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Lo que les extrañaba a ambas, era que cada día que llegaban con un mensaje nuevo, el anterior ya no estaba, había desaparecido.
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Lo que no sabían, era que a media noche, el espíritu de Príncipe Verde salía de su tumba, en un papel energético y con una pluma de energía, le escribía mensajes y poemas a su dulce amada y los enviaba con su mensajero especial (léase ángel). Éste, llamado Cel, llevaba las epístolas de amor a la triste Princesa Serandra.
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Ella lloraba mucho, no se consolaba por la pérdida de su amado Príncipe Verde, aunque éste le decía en sus misivas que ya no llorara, que saliera y dejara de estar tan triste. Que podría conocer a otro príncipe, rey o duque o hasta un plebeyo, pero que no siguiera tan sola. Sólo le advertía que se cuidara de los sapos, porque hay algunos que exudan veneno.
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Serandra trataba y trataba, pero no conseguía dejar de llorar, hasta que Príncipe Verde le dijo que si seguía así, le iba a dejar de escribir y ella dejó de llorar una semana, pero volvió a las andadas, así que Verde optó por no castigar, sino premiar, por lo que en su siguiente carta le propuso:
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“Mi amor, ya sabes que no me gusta saber que lloras tanto, así que te propongo algo, el día que no llores, te hago mínimo dos poemas y cuando llores ¡nada!, ya sabes que tengo mis informantes, así que por favor, bien portada”.
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Eso sí surtió efecto, pues Serandra pocas veces lloraba y casi todas las noches recibía como premio sus poemas de amor de parte de Verde.
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Con el tiempo, empezó a asomarse a la puerta, de vez en cuando y como ya no lloraba, sin los ojos hinchados, empezó a verse otra vez bonita.
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Verde seguía animándola a que saliera y siguiera con su vida.
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Un día Princesa Serandra recibió una visita, nada menos que el Príncipe de Blanca Nieves, que se había divorciado de ella porque le daban muchos celos llegar a su castillo y encontrarla cada día con nuevas joyas de piedras preciosas, que rubíes, que esmeraldas, lo que más lo enojaba, eran los diamantes, así que se divorció y como había oído hablar de una princesa encerrada en su torre de mármol, emprendió el viaje para conocerla.
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Serandra lo reconoció, había visto retratos de él con Blanca Nieves, sólo que ya no era tan apuesto, estaba todo arrugado y con cara de amargado, ella lo invitó a pasar y tomar una taza de té y todo el tiempo tuvo que escuchar sus quejas de lo que Blanca hacía o dejaba de hacer. En cuanto pudo lo despidió amablemente y no aceptó una nueva entrevista. ¡Ufff!
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Príncipe Verde se inquietó al saber de la visita, pero se sintió aliviado cuando supo el resultado.
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Las visitas de príncipes divorciados continuaron.
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Un buen día llegó el ex esposo de Cenicienta, andaba buscando una esposa que lo atendiera. Criticó la (no) limpieza de la habitación de Serandra, que su blusa no estuviera bien planchada, que las cortinas tuvieran polvo y… Serandra no lo dejó continuar, lo envió con su música a otra parte a buscarse una sirvienta con contrato de matrimonio. Más ¡Ufff! Con esos pretendientes, mejor sola…
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Mientras Príncipe Verde tenía sentimientos encontrados, quería que Princesa Serandra siguiera con su vida, pero cada vez que llegaba un pretendiente, hasta la respiración se le iba, hasta que se enteraba que no había pasado nada y que ella seguía pensando en él y sólo en él.
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Unos días más tarde, mientras ella le escribía un poema a su amado, tocaron a la puerta y era el ex marido de Bella Durmiente, bueno…¿es que ya todas se habían divorciado? ¿Y ahora le tocaban sólo viudos o divorciados?
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Este hombrecito, príncipe o lo que fuera lo primero que hizo fue preguntar:
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-¿Y duermes mucho?, ¿A qué hora te despiertas?
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Ya con menos paciencia y olvidando su educación de princesa, Serandra lo tomó del brazo y lo llevó hasta la puerta, sin explicación ninguna. Ahí vio a un sapo, lo espantó con la escoba.
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Esto ya se estaba poniendo color de hormiga ¡qué “principitos”!
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Pasó unas semanas tranquila, escribiéndole y haciéndole poemas a Príncipe Verde y recibiendo sus mensajes y poemas; ya estaba más sosegada y un día se animó a salir al huerto a cortar alguna fruta que se le antojara. Caminaba muy en paz por un sendero, cuando dio un grito de miedo.
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-No te espantes, soy yo, Bestia, el de Bella ¿me recuerdas? Fuiste a nuestra boda.
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Serandra respiró más tranquila -Sí, claro, perdona, no te reconocí ¿Cómo está Bella?
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Con una voz estentórea y muy enojado respondió:
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-¡Ni me la recuerdes! Es una niña bonita que sólo sabe estar frente al espejo, ¡con eso de que es tan bella!…
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Serandra dio un paso atrás, él iba a seguir gritando, pero ella dio media vuelta y corrió a encerrarse a su casa ¡qué cosas! ¿No había ningún hombre como su maravilloso Príncipe Verde?
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Se echó de bruces sobre su cama a llorar inconsolablemente, por horas y de pronto un pensamiento brotó en su mente ¿y si fuera a buscarlo? Príncipe Verde había vivido muy lejos, pero ella estaba dispuesta a ir a su tumba a pedirle que se la llevara consigo.
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La paloma, que aún no salía con el mensaje matutino se dio cuenta de los acontecimientos, se dirigió hacia el águila y las dos fueron volando al lugar donde reposaban los restos de Príncipe Verde, como todos los días que le llevaban mensajes; en realidad no sabían qué iban a hacer al llegar, pero “ya se les ocurriría algo”.
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Mientras tanto, Serandra, hecha un mar de lágrimas, empacó unas pocas cosas indispensables y por las prisas y el desconcierto, decidió saltar por la ventana orientada hacia el país de Cali, para no tener que rodear la torre. Las lágrimas no le permitían ver muy bien, los nervios y la exaltación no la dejaban pensar con claridad, saltó, su falda se atoró en un clavo y con el impulso, hizo que su cabeza golpeara contra el muro debajo de la ventana, justo en una piedra que sobresalía.
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Entretanto, el águila y la paloma ya habían llegado a la tumba de Príncipe Verde y caminando nerviosamente alrededor del sepulcro, mentalmente le comunicaron lo sucedido con Serandra; ante esa situación, el espíritu del príncipe salió de la sepultura, con toda la galanura de cuando estaba vivo, Bucéfalo2 se levantó y relinchó, acomodándose en posición para ser montado. Verde lo montó de un salto y partieron a galope hacia el país de Ciu, como no tenían cuerpo y eran sólo energía, llegaron de inmediato a la torre de Serandra, justo en el momento en que ella moría por el golpe en la cabeza y su espíritu, saliendo de su cuerpo, muy desorientado observaba a su alrededor.
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Cuando Príncipe Verde desmontó, ella lo descubrió y corrió hacia él, ambos se abrazaron, se besaron, el la alzó en vilo dando vueltas con ella en los brazos y luego la montó en Bucéfalo2, él montó atrás de ella y, con el águila y la paloma siguiéndolos por los aires, partieron a galope hacia…
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Nadie sabe, nadie supo jamás, hacia dónde se dirigieron, pero dice la leyenda que fueron muy felices para siempre. ¡Ah! Nadie habló de matrimonio, que conste.
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Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
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Ciudad de México, 1 de febrero, 2018, © Silvia Eugenia Ruiz Bachiller. 8 pm.
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Imágenes tomadas de internet y Pinterest.
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Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.
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